martes, 13 de marzo de 2012

Columna de opinión: Gastón Niznik

 Hay circunstancias en la vida donde se tiene que dejar al margen lo racional por momentos, para darle lugar a lo ignoto, lo místico, a una sorpresa que muchas veces suele despertar hasta el alma más maltrecha y lóbrega.
Porque esta pasión va más allá de todo y se puede dar el lujo. Independiente, el Rey de Copas, llegaba tan herido como lo pudiera dejar un comienzo de campeonato con cuatro derrotas al hilo (cinco, si se cuenta el 0-2 frente a Belgrano por la Copa Argentina) y un solo gol a favor, pero tan fuerte como lo pudiera catalogar una enorme historia y una riqueza de hazañas que lo catapultaron a lo más alto en más de un siglo. Se enfrentaba con el que es, para gran parte de los hinchas, el más despreciable y ruin rival que pudimos tener a lo largo de los años. Un equipo que tuvimos de hijo en tiempos en los que el fútbol era verdaderamente fútbol y no un resultado de negocios, lavados de dinero, y operaciones en conjunto con autoridades de poder. En tiempos en los que se festejaba una Libertadores ganada con dignidad frente a equipos grandes, y no contra equipos chicos y por penales. Hoy es otra la realidad, pero la camiseta es la misma. Basándonos en lo reciente, se especulaba durante la semana con una goleada histórica de los xeneizes. El Rojo, por su lado, visitaba la Ribera a sabiendas de la posibilidad que tenía de reivindicar el bochornoso inicio de torneo. Y así lo hizo. Si uno quisiera describir el partido soñado, no le hubiera llegado a los talones al de ayer. Porque arrancando ganando 2-0, y luego 3-1, desató una euforia que solo podía atenuarse con un increíble empate y anonadarse en una amargura incontenible con un 3-4. Esa misma amargura fue la que luego nos dio la carrera para festejar casi como un título una hazaña inolvidable, pegada ya la redonda a la red luego de una vaselina antológica del héroe Farías. Cortándoles por cuarta vez su segunda máxima racha de invictos (Ap. 1992, Cl. 1999, Ap. 2000), metiéndoles 5 goles al último campeón coronado con 6 goles en contra, en la Bombonera; todos esos condimentos ornaron una victoria que quedará por siempre marcada en los hinchas Rojos.

 Porque así somos. Así nacimos, crecimos, seremos: INDEPENDIENTE. De todo. Independiente del enorme juego de Riquelme, Independiente del tiempo hecho por Laudonio escondiendo las pelotas, Independiente de la prensa que nos vitupera y menosprecia día a día. Independiente de TODAS las detracciones que ni siquiera en una época tan infame y mediocre como ésta logran recalcitrarnos. Por todo eso, gracias Independiente por devolverme la alegría que solo vos podías devolverme.






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